Las elecciones regionales y legislativas del 25 de mayo de 2025 reflejaron un panorama político venezolano marcado por la hegemonía del sector oficial bajo el Partido Socialista Unido de Venezuela y la fragmentación de la oposición. En este contexto, la reelección de Alberto Galíndez como gobernador de Cojedes representa una excepción dentro de un escenario donde el chavismo consolidó su dominio territorial.
La baja participación electoral, influenciada por llamados al boicot por parte de sectores opositores, y las dificultades inherentes a un proceso electoral cuestionado por distintos actores nacionales e internacionales subrayan los desafíos de gobernabilidad en un país teñido de rojo.
En este sentido, surge como una sorpresa la reelección de solo un gobernador opositor en un panorama adverso para quienes siguen un curso de acción política no alineado a la ruta que propone María Corina Machado y la Plataforma Unitaria.
La carrera política de Galíndez comenzó como alcalde del municipio Tinaco (1992-1995) bajo la bandera de Acción Democrática. En 1995 fue electo gobernador de Cojedes con el 45% de los votos, derrotando a José Felipe Machado de COPEI, y reelecto en 1998 con un contundente 54%, consolidándose como una figura regional de peso. Sin embargo, su gestión entre 1996 y 2000 estuvo marcada por controversias, incluyendo investigaciones por irregularidades administrativas que derivaron en su destitución por la Contraloría General y la Comisión Legislativa Nacional en 2000.
Tras su destitución, Galíndez enfrentó varias derrotas electorales. En los años 2000, 2004 y 2008, compitió sin éxito por la gobernación de Cojedes frente a candidatos chavistas como Jhonny Yánez Rangel y Teodoro Bolívar. En 2010, se postuló como candidato a diputado por AD, pero declinó en favor de Alexander Mireles de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). En el 2012 y 2017, participó en primarias de la MUD, pero no logró recuperar la gobernación frente a candidatas del PSUV como Erika Farías.
Su regreso al poder llegó en 2021, cuando, postulado por la MUD, obtuvo una victoria inesperada con el 48,28% de los votos, rompiendo 21 años de hegemonía chavista en Cojedes, un estado históricamente considerado un bastión del oficialismo.
En el 2025, Galíndez fue expulsado de Primero Justicia, partido al que se había unido tras dejar AD, por insistir en su candidatura a la reelección en contra de la decisión del partido de no participar en los comicios. Se postuló entonces por COPEI y su propio movimiento regional logrando el 55,22% de los votos frente al candidato chavista John Moreno, según el CNE.
Desde su regreso al poder en el año 2021, la gestión de Alberto Galíndez como gobernador se ha definido por un enfoque pragmático dentro de las limitaciones sistémicas. No obstante, ha promovido iniciativas como Hambre Cero, con estrategias para facilitar el acceso a alimentos a bajo costo y el impulso de proyectos productivos, como derivados del mango. Su administración ha priorizado mejoras puntuales en un entorno donde el control de los recursos sigue centralizado en el gobierno nacional. La transferencia de competencias como el control de peajes y el aeropuerto en el año 2021 redujo aún más su margen de acción. A pesar de ello, Galíndez ha mantenido apoyo en Cojedes, reflejado en su reelección en 2025, con una participación electoral relativamente alta. No obstante, algunos críticos cuestionan su pragmatismo, señalando que su cooperación con el oficialismo compromete su independencia política.
La estrategia de Alberto Galíndez ha estado marcada por un diálogo institucional con el gobierno del presidente Nicolás Maduro, participando en instancias como el Consejo Federal de Gobierno y reuniones en Miraflores. Su postura se fortaleció en las elecciones de 2024, cuando respaldó a Maduro, resaltando una relación basada en respeto y cooperación. Este enfoque, contrastante con el discurso de la oposición liderada por María Corina Machado, ha sido interpretado por algunos como una “cohabitación controlada” o como el actuar de un “alacrán”, término usado en el país para opositores vistos como cercanos al chavismo.
Alberto Galíndez ha logrado mantenerse en el poder en un contexto donde la hegemonía chavista limita el margen de acción de la oposición. Su permanencia refleja una combinación de experiencia, pragmatismo y capacidad de adaptación, cualidades que le han permitido consolidar su liderazgo en Cojedes a pesar de las restricciones impuestas por el gobierno central. Si bien su gestión ha enfrentado obstáculos, sus iniciativas locales han asegurado respaldo entre sectores de la población.
Su estrategia de moderación y diálogo con el oficialismo le ha facilitado mantenerse en el escenario político, pero también ha generado cuestionamientos sobre los costos de esa convivencia. Su reelección en el 2025 pone de manifiesto el complejo equilibrio que deben afrontar los opositores en Venezuela: participar en el sistema para conservar espacios o asumir una postura de resistencia con el riesgo de quedar marginados. En este contexto, su trayectoria invita a reflexionar sobre el futuro de la oposición y sus posibilidades reales de transformación política.