domingo, 7 de septiembre de 2025
Análisis
Maduro triangula a Marco Rubio, persuade a Trump y desenmascara al presidente de Ecuador, Daniel Noboa
El mandatario venezolano denuncio amenazas militares de EEUU y despliega estrategia dual de cooperación, disuasión y reposicionamiento regional
2 de septiembre, 2025
Por: Polianalítica
El presidente Maduro dio una contundente y estratégica conferencia de prensa este lunes 01 de septiembre de 2025 en la cual denuncia que Estados Unidos busca “un cambio de régimen mediante la amenaza militar", afirmando que "Venezuela enfrenta la mayor amenaza que se ha visto en nuestro continente en los últimos 100 años" y que no cederá ante las amenazas. Agregando que el ejército venezolano está "superpreparado” para responder y defender la soberanía nacional.

En este orden vemos como revelador que Maduro esboza a través de su discurso una estrategia de “triangulación” hacia Estados Unidos: un doble canal de señalización donde, al mismo tiempo que ofrece cooperación al presidente Donald Trump, responsabiliza al secretario de Estado Marco Rubio y a congresistas de Florida de haber desviado la política exterior de Washington hacia América Latina en un sentido “extremista”. Esta doble vía funciona como un juego a dos niveles: externo, en la cual se proyecta disuasión y apertura, e interno, donde se busca movilización y cohesión. Con ello se intenta incidir en la aproximación de la Casa Blanca hacia Miraflores, dividir a su grupo decisor y reforzar los costos de una eventual escalada militar en Venezuela y la región.

En el plano cooperativo, el gobierno de Maduro ha transmitido disposición a colaborar con la agenda antinarcóticos de Estados Unidos, asegurando que Venezuela tiene experiencia en esa materia y subrayando que existen canales de comunicación con emisarios de la Casa Blanca, específicamente con John McNamara, jefe de la Oficina Externa de EEUU para Venezuela, y Richard Grenell, enviado especial del presidente Trump para Misiones Especiales. Aunque reconoce que estos contactos están deteriorados, la narrativa se articula con la oferta de un mayor acceso a inversiones en petróleo y energía para empresas estadounidenses y europeas, presentándolo como un paquete de incentivos o beneficios si Washington opta por una relación pragmática alejada de tensiones. La señal apunta a que existe una ruta proclive a la negociación que reportaría beneficios mutuos en materia de seguridad y economía.

De manera paralela, en el plano disuasivo, Maduro responsabilizó directamente a Marco Rubio y a otros congresistas de Florida de haber secuestrado la política exterior estadounidense hacia América Latina. Al personalizar la confrontación en Rubio, el gobierno venezolano busca colocarle a Trump un dilema: seguir esa línea podría “mancharle de sangre” las manos y conducirlo a un fracaso regional, incompatible con la aspiración de presentarse como un presidente que “detiene guerras” y que incluso busca reconocimiento internacional como pacificador (de hecho, Trump aspira al premio Nobel de la Paz). El objetivo es separar al líder de la Casa Blanca de los sectores más duros, haciéndole ver los altos costos de mantener un camino de hostilidad hacia Caracas.


La denuncia de Venezuela del despliegue militar estadounidense en el Caribe cumple aquí una función clave. Maduro advierte sobre la presencia de barcos, misiles y hasta un submarino nuclear frente a las costas venezolanas, lo que presenta como una “amenaza extravagante” y sin justificación. La narrativa está diseñada para generar percepción de riesgo: cualquier acción militar contra Venezuela podría desestabilizar la región y convertirla en un nuevo “Medio Oriente”. Al mismo tiempo, en el plano interno, esta denuncia habilita la movilización de la sociedad con llamados a la “máxima preparación”, la conformación de milicias y la idea de una “República en armas” que resistiría cualquier invasión. Con ello, el gobierno de Maduro intenta transmitir a Washington que no existe un escenario de rendición fácil, sino de resistencia prolongada y costosa, escenario menos deseado para Trump ya que la región sería un hervidero y contradeciría su aspiración de pacificador.

La triangulación con Rubio también persigue un efecto sobre la política interna venezolana. Al denunciar reuniones del secretario de Estados con María Corina Machado y Edmundo González, Maduro busca mostrar a sus rivales como dependientes de un padrinazgo extranjero, restándoles autonomía y credibilidad y demostrando a su vez, tener capacidad de manejar información privada de los pasos que da ese sector radical de la oposición. Además, al recordar que Rubio y los congresistas de Florida son responsables de políticas impopulares dentro de Estados Unidos, como la persecución de migrantes latinos, se intenta desgastar la legitimidad de esos actores ante la opinión pública norteamericana e incluso ante el propio Trump.

Un componente importante de esta estrategia es la combinación de “zanahorias” y “palos”. Por un lado, la oferta de cooperación antinarcóticos y de apertura energética sugiere beneficios tangibles si se opta por la vía del diálogo. Por otro, la advertencia de que una agresión tendría consecuencias devastadoras eleva los riesgos de la opción militar. El gobierno de Maduro opera así con una lógica parecida a la de “diplomacia del riesgo”: aumentar la probabilidad de un escenario indeseado para el adversario, de modo que se vea obligado a reconsiderar su estrategia.

El tercer eje de esta triangulación aparece en la acusación directa al presidente de Ecuador, Daniel Noboa. Maduro lo señaló como responsable de liderar alianzas entre narcotraficantes ecuatorianos y mafias albanesas, e incluso de usar empresas de su familia para transportar droga hacia Europa. Al introducir este elemento, el gobierno venezolano busca desacreditar la narrativa que presenta a Venezuela como un supuesto “Estado narcotraficante”, trasladando la atención hacia otros países de la región y, de paso, debilitando la legitimidad de un aliado de Washington en el sur. El mensaje implícito a Estados Unidos es claro: si la prioridad real es la lucha contra el narcotráfico, debería enfocarse en Ecuador y no en Caracas.

Conviene recordar que en la última década Ecuador pasó de ser un país de tránsito a convertirse en un nodo logístico del narcotráfico internacional. La salida de cocaína por sus puertos, especialmente Guayaquil, se vio facilitada por la contaminación de exportaciones legales, como el banano, y por la porosidad de la frontera con Colombia. En paralelo, la crisis penitenciaria y el crecimiento de organizaciones locales como Los Choneros o Los Lobos consolidaron un ecosistema criminal conectado con mafias transnacionales, incluyendo redes balcánicas. Este telón de fondo ha derivado en un aumento dramático de violencia homicida y masacres carcelarias, lo que explica por qué el tema del narcotráfico en Ecuador se ha convertido en un punto sensible y de gran carga política en el discurso regional.

En suma, el gobierno de Maduro desarrolla una estrategia de triangulación política y discursiva que combina tres elementos: ofrece cooperación y beneficios económicos como incentivo para una relación pragmática con Trump; eleva el costo de una eventual agresión militar al presentarla como un error estratégico de alto riesgo; y desplaza el foco del narcotráfico hacia Ecuador para neutralizar el discurso que lo acusa de ser un “NarcoEstado”. Se trata de una maniobra de disuasión que busca fracturar al adversario, reposicionar a Venezuela en el tablero regional y condicionar la toma de decisiones en Washington. Su éxito dependerá de dos factores: la capacidad de Trump para separar su política de la influencia de los halcones de Florida y la coherencia del gobierno de Maduro al mantener un balance entre su retórica de resistencia y su oferta de cooperación.

El caso sigue en desarrollo y los próximos días serán determinantes para una desescalada o una subida de tono. Lo cierto es que EEUU avanza y Maduro no se intimida, se para firme ante las amenazas y mantiene un discurso indoblegable frente a una unión militar - policial sólida.
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