Análisis
Los venezolanos ignoran los barcos de guerra de Trump y se lanzan a la temporada navideña
Las tensiones militares externas contrastan con una sociedad venezolana que mantiene rutinas, consumo navideño y tradiciones sin asumir riesgo inminente. La población prioriza estabilidad cotidiana y rechazo a discursos de conflicto o intervención
2 de diciembre, 2025
Por: Polianalítica
El incremento de tensiones en el Caribe, marcado por el despliegue de la operación Lanza del Sur, declaraciones hostiles desde Washington y advertencias sobre posibles cierres del espacio aéreo venezolano y operaciones encubiertas de la CIA, ha configurado un escenario internacional inusualmente agresivo. A ello se suma la retórica de sectores opositores liderados por María Corina Machado que ha solicitado abiertamente una intervención extranjera, lo que en otro contexto podría haber elevado la percepción de riesgo interno. Sin embargo, a pesar de la intensidad mediática de estas amenazas, la respuesta social dentro de Venezuela ha sido de baja resonancia: no ha habido cambios significativos en la movilidad urbana, sectores agrícolas trabajan sin preocupaciones y no se ha visto afectado el consumo ni los patrones de socialización.
Los centros comerciales y zonas comerciales de las principales ciudades como Caracas, Valencia, Maracaibo, Maracay, Margarita, Puerto Ordaz, Barquisimeto y otras zonas, muestran un comportamiento típico de la temporada: aumento del flujo peatonal, crecimiento de las ventas y una marcada disposición al gasto, incluso en un entorno económico compleja y dolarizada. Este repunte de consumo tiene causas estructurales conocidas como: bonos de fin de año, remesas y el ahorro orientado al gasto decembrino, pero también revela un dato relevante para el análisis político: la población parece no internalizar el discurso de confrontación militar como una amenaza inmediata. Las dinámicas de ocio, desde la asistencia masiva a juegos de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional hasta el incremento de eventos y conciertos, sugieren una preferencia social por la continuidad de la rutina y un rechazo práctico a narrativas de conflicto.
En paralelo, diciembre activa mecanismos culturales profundamente arraigados. Las decoraciones, la preparación de hallacas, el encendido de luces, intercambio de regalos, cenas navideñas laborales y la organización de reuniones familiares funcionan como rituales de cohesión que históricamente han operado como amortiguadores de incertidumbre. En contextos de tensión política, estas prácticas han demostrado capacidad para sostener una percepción de estabilidad emocional, aunque no necesariamente económica. La persistencia de estas tradiciones en medio de amenazas externas ofrece un indicador de cómo la sociedad venezolana procesa el riesgo: se privilegia la satisfacción inmediata, la celebración y la vida privada sobre el seguimiento activo del conflicto geopolítico.
El resultado es un cuadro sociopolítico particular: mientras actores internacionales elevan el tono militar y algunos liderazgos internos radicales y no soberanistas insisten en discursos de entregar los recursos del país, la ciudadanía mantiene un comportamiento orientado a la normalidad y la no confrontación. El venezolano promedio no expresa interés en una escalada bélica ni parece dispuesto a respaldar llamados a la intervención externa. Por el contrario, la estabilidad cotidiana se convierte en una prioridad política de facto. En este sentido, la temporada navideña funciona como un barómetro: frente a la presión internacional y la incertidumbre, la sociedad opta por la paz pragmática, la continuidad cultural y la preservación del espacio personal. Los barcos en el Caribe pueden alterar la agenda diplomática, pero no han modificado, al menos por ahora, la conducta social interna.