Análisis
El chavismo recupera terreno en las elecciones municipales ante una oposición dividida y sin estrategia
El sector oficialista ahora debe demostrar que su dominio no se limita a mantenerse en el poder, sino que es capaz de traducirlo en gestión pública eficiente
29 de julio, 2025
Por: Polianalítica
Las elecciones municipales del 27 de julio de 2025 en Venezuela marcaron un nuevo triunfo del chavismo, que se alzó con 285 de las 335 alcaldías en disputa, consolidando su control territorial en un 85% del país. La oposición, por su parte, apenas logró 50 municipios, muchos de ellos en zonas tradicionalmente anti-oficialistas. Este resultado no solo refleja la fuerza organizativa del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), sino también los graves errores estratégicos de una oposición fragmentada y la decisión de sectores radicales de llamar a la abstención, lo que facilitó la victoria del oficialismo incluso en bastiones históricamente opositores.
Entre las victorias más significativas del chavismo destaca la recuperación de Maracaibo, la capital del estado Zulia, donde Gian Carlo Di Martino, una figura histórica del oficialismo, retomó el dominio chavista de la alcaldía. Este triunfo fue especialmente simbólico ya que Zulia había sido un feudo anti-chavista importante en la lucha opositora por el cambio de gobierno. La baja participación electoral de los electores opositores y la ausencia de un candidato opositor fuerte allanaron el camino para el regreso del PSUV. Lo mismo ocurrió en otros municipios zulianos como San Francisco y La Cañada de Urdaneta, donde la desmovilización opositora permitió al chavismo recuperar espacios que había perdido en elecciones anteriores.
En Caracas, el oficialismo consolidó su hegemonía con la reelección de Carmen Meléndez en el municipio Libertador, el más poblado del país, quien obtuvo 350.955 votos, lo que representa el 86,44% del total. La ausencia de una competencia efectiva, en parte atribuida al llamado a la abstención promovido por sectores opositores, limitó significativamente las alternativas electorales en la capital. No obstante, en el área metropolitana de Caracas, la oposición logró preservar el control de sus principales bastiones históricos. En el municipio Chacao, Gustavo Duque (Líder nacional de Fuerza Vecinal) fue ratificado con 26.243 votos, equivalentes al 81,11%. En Baruta, la misma organización política retuvo la alcaldía con la reelección de Darwin González con 20.622 votos (56,2%). En El Hatillo, Fernando Meleán, postulado por el Movimiento Ecológico de Venezuela, se impuso con 8.372 votos, alcanzando el 64,01%. Estos resultados reflejan una clara segmentación territorial del voto: mientras el oficialismo mantiene el control en zonas populares y de alta densidad poblacional, la oposición consolida su presencia en municipios tradicionalmente afines dentro del Área Metropolitana. En otras ciudades clave como Valencia, Barquisimeto, Barcelona y Ciudad Guayana, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) también logró retener el poder, evidenciando una capacidad sostenida de movilización en contextos urbanos y rurales. Solo San Cristóbal, en el estado Táchira, permaneció bajo administración opositora, convirtiéndose en una excepción dentro de un panorama político ampliamente dominado por el oficialismo. El principal error de la oposición fue la estrategia de abstención promovida por figuras como María Corina Machado, que argumentaban la falta de condiciones para unas elecciones libres. La decisión de no participar terminó por debilitar aún más a la oposición, dejándola sin presencia institucional y sin herramientas para competir en el futuro. La fragmentación entre los partidos que sí participaron, como Un Nuevo Tiempo y Fuerza Vecinal, y aquellos que boicotearon los comicios, dividió el voto anti-chavista y facilitó las victorias del PSUV.
Las consecuencias de estos resultados son profundas. El chavismo no solo refuerza su control sobre los gobiernos locales, sino que debilita a una oposición que ya venía en declive, en caída libre. Sin alcaldías, los partidos opositores pierden acceso a recursos, capacidad de organización territorial y visibilidad política, lo que reduce sus posibilidades de recuperación a mediano plazo. Además, la insistencia en tácticas como el boicot, sin una estrategia alternativa clara, ha demostrado ser contraproducente ya que el gobierno nacional ha logrado capitalizar la ausencia opositora para legitimarse internamente.
En este contexto, el gran desafío para la oposición es replantear su estrategia. Debe decidir si continúa con la política de abstención, que hasta ahora solo ha servido para ceder espacios al chavismo, o si busca reconstruir una unidad mínima que le permita competir en futuros procesos electorales. La experiencia de estas elecciones municipales demuestra que sin presencia en el terreno institucional será difícil revertir la hegemonía del oficialismo. Si no hay un cambio de rumbo, el chavismo seguirá avanzando, mientras la oposición se reduce a una fuerza testimonial cada vez más desconectada de las realidades locales y de las demandas de la población.
Por su parte, el sector oficialista tiene ante sí una oportunidad histórica: al haber teñido de rojo casi la totalidad del mapa político venezolano, ahora debe demostrar que su dominio no se limita a mantenerse en el poder, sino que es capaz de traducirlo en gestión pública eficiente. El reto consiste en gobernar con transparencia, optimizar los recursos, ejecutar políticas efectivas y, sobre todo, rescatar el verdadero sentido de lo público: servir a la ciudadanía, no servirse de ella. Su legitimidad a futuro dependerá de que estos resultados sean tangibles en la vida cotidiana de los venezolanos.