Las movilizaciones ciudadanas convocadas por la clase política venezolana han mermado el nivel de acompañamiento espontáneo en Venezuela en los últimos años por diferentes factores como las dificultades del traslado, la necesidad de dedicar el tiempo exclusivamente a actividades lucrativas, el temor a la persecución, encontrarse en medio de conatos de violencia, la ausencia de unidad y articulación entre políticos y el desencanto e indiferencia hacia las actividades de calle como mecanismos efectivos para promover o presionar resultados tangibles en aras del mejoramiento la calidad de vida de los ciudadanos. El mitin político en la actualidad es una actividad de mera movilización partidista o movilización de empleados de alguna institución pública por mandato político. La desconexión de la dirigencia política con las necesidades sensibles de la sociedad ha profundizado una amplia brecha entre la sociedad y los políticos.
Todo esto se observó en las movilizaciones convocadas por el Gobierno nacional y por la oposición el 23 de enero de este año, teniendo un acompañamiento modesto de acuerdo al alcance de las maquinarias partidista. Un elemento clave para romper con el desencanto y la indiferencia ciudadana hacia los mítines políticos es la “emoción”. Si la narrativa política que acompaña a la convocatoria no emociona a la ciudadanía, es vista como una invitación vacía e inútil para la dinámica interna de cada individuo. En un contexto de tensiones sociopolíticas, acudir al llamado de una concentración política no es atractivo, sino que representaría un costo que cada individuo tendría que valorar.
La afiliación ideológica ya no es atractiva con bolsillos vacíos
Por el sector oficial, la desmovilización es expresión del desencanto de los ciudadanos adeptos al gobierno por no percibir realmente mejoras tangibles en su calidad de vida. El estrés y agotamiento que genera el diarismo pasa factura. No es suficiente el argumento ideológico y el relato político. La narrativa oficial choca con la realidad de cada simpatizante que la asume, generando disonancia entre el discurso – deseo – realidad-, teniendo como efecto el cuestionamiento y no acompañamiento en actividades que no aportan materialmente en su desenvolvimiento, por lo cual, el acompañamiento espontáneo merma en medida que los indicadores negativos aumentan. Asimismo, se suma el quiebre del factor de movilización fundamentado en incentivos como bonos, bolsas de comida, débil oferta electoral, entre otros, ya no son creíbles ni enganchan a los ciudadanos.
Promesas en el aire o “efecto Guaidó”
En el sector opositor, las multitudinarias concentraciones quedaron en el pasado, la poca concurrencia y acompañamiento de calle ha disminuido por el incumplimiento de promesas, la persecución y, determinante, la sensación generalizada de que la realidad de cada ciudadano sigue empeorando mientras que los políticos “comen bien” y se benefician monetariamente del sistema que adversan.
El desencanto con la oposición tradicional por presuntas actividades corruptas en el manejo de activos de la Nación mientras que su contra parte se reacomoda en el poder, proyecta que el liderazgo opositor “no hace nada”. Un caso para ejemplificarlo fue lo ocurrido recientemente con el ex diputado Juan Guaidó, que paso a ser objeto de cuestionamiento en las redes sociales porque los ciudadanos afirmaban que “no hace nada”, al no percibir mejoras materiales por su quehacer político.
“Son todos los mismos”, “son unos alacranes”, “le hacen el juego a Maduro”, “no hacen nada”, “lo que hicieron fue robar e ilusionarnos”, “se enriquecen a costa de la esperanza de cambio”, “Tuvieron poder pero no lo utilizaron”, son frases comunes que las personas repiten al preguntarles su opinión sobre la dirigencia antichavista.
Otro factor desmovilizador es la falta de articulación y ausencia de una oposición totalmente unida. La ciudadanía exige unidad y la primaria no fue suficiente, aún existen al menos seis (6) candidaturas anti chavistas que son: Luis Eduardo Martínez (AD – Bernabé); José Brito (PV); Javier Bertucci (El Cambio); Juan Carlos Alvarado (COPEI), y Antonio Ecarri (El Lápiz) siendo esto un elemento decepcionante para los ciudadanos de este sector.
Las recientes noticias sobre el manejo de recursos del Estado que fue gestionado por el denominado “gobierno interino” (Monómeros, CITGO) aunado a la denuncias que plantean que ciertos políticos se “prestan para hacerle el juego al gobierno por grandes sumas de dinero”, calificados como “alacranes”, son barreras que la diversidad del liderazgo opositor debe derribar.
En líneas generales, no existe un factor diferenciador entre el gobierno y la oposición que enganche, motive y conecte a la ciudadanía de forma espontánea y sin coerción a la hora de movilizarlos masivamente.
¿Podrá Maduro enamorar de nuevo a sus bases y recuperar su capital político? ¿Podrá María Corina romper con el “efecto Guaidó” y lograr resultados tangibles y perceptibles para los ciudadanos?